Música y chamanismo
El uso de la música y el sonido con una finalidad terapéutica y trascendente es tan antiguo como el hombre y se ha utilizado en las culturas chamánicas de todo el mundo, desde Siberia hasta África y América del Sur, desde hace miles de años. Los chamanes utilizaban y utilizan ritmos firmes y repetitivos para entrar en estados alterados de conciencia y emprender un viaje mental con el objeto de obtener sabiduría o sanación. Curiosamente se ha comprobado que estos ritmos sostenidos en tambores alteran la actividad en muchas áreas sensoriales y motrices del cerebro.
Los aborígenes de Australia atribuyen al didgeridoo una antigüedad de 40.000 años. Mediante este instrumento de viento, consistente en una rama de eucalipto vaciada longitudinalmente y de forma natural por las termitas, entraban en estados meditativos y se ayudaban de su vibración para curar enfermedades.
Para los nativos americanos la música es el “aliento de la vida”, una parte intrínseca de su actividad espiritual, un vínculo directo con las fuerzas místicas inherentes a la naturaleza.
“La nota de tu espíritu suena en los planos más altos, y los golpes que recibimos en el día a día vienen para comprobar si podemos resonar en la verdad. Para resonar en la verdad debemos estar en armonía con el sonido de Dios que está dentro de nosotros”. Son palabras de Águila Blanca, nativo americano.
Las vibraciones armónicas de los cuencos nos ayudan también a conectar con esta parte intuitiva, esencial de nosotros mismos desde donde podemos a la vez conectar con la energía sutil de la naturaleza, de la creación, de la existencia. Nos pueden conducir a estados de atención más afinados e incluso estados alterados de conciencia, llegando a tener experiencias profundas de conexión con el Todo. Un viaje que nos conecta con nuestro universo, con el infinito. Un viaje interior.